Pasaba de la media noche del domingo y la menda lerenda sin relato para publicar. Meditando, meditando, mi mente demente me ha llevado a pensar que si tal día como hoy: diecinueve de Marzo de dos mil siete, algún homenaje yo tenía que aquí plasmar, una mitad de un medio siglo yo habría de mencionar.
Media vida llevan juntos y la mía propia por entero. Mis padres en este día, de plata ven reafirmado su casamiento. Malvas, amapolas y margaritas sobre el mantel de la mesa de un matrimonio duradero y miradas cargadas de mil momentos que se dedican los que un día fueron novios.
Aquellos que, cuando mozos, más de un millón de mariposas sentían en sus estómagos revolotear. Mas naúseas mañaneras no eran, ni con manzanilla pretendieron tratar tal mutación; de amor se trataba aquello, de un amor que mano a mano por siempre eligieron juntos mantener.
Un hombre y una mujer: mútuos compañeros en el camino de una vida cargada de buenos y malos momentos, de melancolía algunos recubiertos, mas jamás faltos de amor.
Amigos en la mañana; cómplices del día a día, mensajeros de leves mimos en la media tarde y amantes en la madrugada, multitud de carantoñas y caricias justo antes de que Morfeo les anime a dormir.
Sin mariachis reafirmarán ese pacto que tal día como hoy hace veinticinco años decidieron firmar. Tampoco sonará la marsellesa -ni siquiera la marcha nupcial- cuando, el próximo domingo, un par de anillos vuelvan a intercambiar.
Y el olor a jazmín les envolverá cuando, en su segunda luna de miel, de la mano paseen por el Parque de María Luisa y los Jardines de Murillo; visiten el Mercadillo de la Alameda y a la Real Maestranza se acerquen para a los matadores taurinos ver.
Mas con toda esta mezcla de "emes" -evidentemente carente de forma y método alguno- miscelánea yo no pretendo, tan sólo compartir con familiares, amigos, cuentistas y demás que aquí se acerquen, esa mitad de un medio siglo que mis padres en este día celebran.
Media vida llevan juntos y la mía propia por entero. Mis padres en este día, de plata ven reafirmado su casamiento. Malvas, amapolas y margaritas sobre el mantel de la mesa de un matrimonio duradero y miradas cargadas de mil momentos que se dedican los que un día fueron novios.
Aquellos que, cuando mozos, más de un millón de mariposas sentían en sus estómagos revolotear. Mas naúseas mañaneras no eran, ni con manzanilla pretendieron tratar tal mutación; de amor se trataba aquello, de un amor que mano a mano por siempre eligieron juntos mantener.
Un hombre y una mujer: mútuos compañeros en el camino de una vida cargada de buenos y malos momentos, de melancolía algunos recubiertos, mas jamás faltos de amor.
Amigos en la mañana; cómplices del día a día, mensajeros de leves mimos en la media tarde y amantes en la madrugada, multitud de carantoñas y caricias justo antes de que Morfeo les anime a dormir.
Sin mariachis reafirmarán ese pacto que tal día como hoy hace veinticinco años decidieron firmar. Tampoco sonará la marsellesa -ni siquiera la marcha nupcial- cuando, el próximo domingo, un par de anillos vuelvan a intercambiar.
Y el olor a jazmín les envolverá cuando, en su segunda luna de miel, de la mano paseen por el Parque de María Luisa y los Jardines de Murillo; visiten el Mercadillo de la Alameda y a la Real Maestranza se acerquen para a los matadores taurinos ver.
Mas con toda esta mezcla de "emes" -evidentemente carente de forma y método alguno- miscelánea yo no pretendo, tan sólo compartir con familiares, amigos, cuentistas y demás que aquí se acerquen, esa mitad de un medio siglo que mis padres en este día celebran.
Mil millones de besos, María
