• Cuando arribamos al pueblo de Orania, todos pudimos ver una enorme llamarada naranja, donde antes había un bello y pacifico pueblo ahora reinaba la muerte y el caos, las llamas danzaban a un ritmo hipnótico sobre las casas, sobre las calles había cuerpos mutilados bañados en su propia sangre, era un cuadro al que la mayoría ya estábamos acostumbrados, tras años de convivir hombro a hombro con la muerte, y es que cuando eres un guerrero no debes permitirte tener el estomago frágil.

    -Revisen si hay algún superviviente- ordene a mis hombres, era raro encontrar algún superviviente, mas a veces los milagros ocurrían.

    Vi como mis hombres se alejaron en busca de personas, yo por mi parte también me uní a la búsqueda, era deprimente ver como los bárbaros no respetaban ni mujeres ni niños, eso nos diferenciaba de ellos, tenemos la convicción de que en una guerra no deben morir aquellos que no hayan deseado participar en este macabro juego, comenzaba a frustrarme la idea de no hallar a nadie vivo.

    Cuando entre a una de las casas principales del pueblo no me sorprendió ver a sirvientes muertos, mucho menos a los niños con las cabezas destrozadas por las hachas, incluso la mujer embarazada que exponía sus entrañas y en medio de estas su hijo no nato, no, nada de eso me sorprendió, fue al entrar a una habitación que vi algo que nunca en mis años de guerra había visto… nada habría sido capaz de perturbarme tanto como lo que ahora mis ojos veían…

    La escena que se presentaba ante mis ojos me parecía tan irreal... en el preciso momento en el que atravesé el umbral de la habitación sentí como si lo que veía fuese una ilusión.

    En medio de la habitación yacía sentada en el piso de mármol una autentica belleza nórdica, su abundante cabellera rizada era de un intenso rojo, este se encontraba desmarañada, sus ojos eran de un verde esmeralda, y su piel tan blanca como el marfil, no rebasaba quizás los 16 años, y su cuerpo se debatía entre las formas de una frágil niña y las de una mujer de esplendorosa belleza.

    Su ropa la cual en algún momento llego a ser un bello vestido azul satinado, ahora estaba totalmente desgarrado, al punto de que la joven estaba desnuda con restos de ropa que aun se aferraban a su frágil cuerpo, pude notar la redondez de uno de sus blancos pechos el cual estaba bañado en sangre, sobre sus piernas pude notar manchas que se formaban entre el verde y tonos morados, note que la joven estaba bañada en sudor, sangre y semen... eso me hizo suponer la cruel verdad... los bárbaros la habían violado...

    Pero... eso no era lo que me inquietaba, no, era esa mirada, pese a que su rostro lucia inflamado y amoratado, y su labio estaba roto del cual aun corría un hilillo de sangre,aun así pude notar ese porte regio, la joven volteo a verme y no pude encontrar en sus ojos vestigios de llanto, de odio, ni siquiera frustración. Por el contrario su mirada me transmitió una paz que en mi vida había sentido, me parecía tan irreal.

    -¿estas bien?- dije rompiendo el silencio de esa habitación, pero al instante me sentí tan estúpido por la pregunta echa...

    -Existe algún motivo para que no lo estuviese- dijo la joven y no denotando ningún sarcasmo, su frase fue tan sincera, su voz era tan dulce y suave, a la vez sonaba segura, y sin ira u odio alguno.

    -Es que... - hice una pausa buscando las palabras y simplemente las dije con la torpeza de un hombre de guerra- Tu familia esta muerta, y es obvio que has sido violentada.

    -En efecto, he sido ultrajada por 8 hombres, uno tras otro- me respondió y no note alteración alguna en sus palabras- Y sabes, no llorare por aquellos que se han ido de este mundo, por que hacerlo significaría que de verdad se han ido...- hizo una pausa y poniendo sus manos sobre su corazón agrego- Y ellos estarán junto a mi en tanto yo viva.

    Quise avanzar hacia ella pero era como si algo me mantuviera apartado, sentía una ira al verla ahí, sentí odio hacia quienes le había echo eso, por momentos creí que ella había perdido la razón o que estaba en un shock y no asimilaba, pero su mirada no me mostraba que estuviese perturbada... y eso no lo podía entender.

    -¡Es que no sientes ira!- brame molesto por su pasividad- Esos cerdos han pisoteado tu doncellez, han matado a tu familia, mira a lo que te han rebajado, esos miserables han robado tu virtud.

    Al instante me sentí como un verdadero cretino, cuando ella me dirigió esa mirada.

    -¿Mi virtud? -repitió ella incrédula, por primera vez note un vestigio de enojo en su mirada- Esos hombres quizás han violentado mi cuerpo, desgarraron en mi un pedazo de carne, pero... ¿Mi virtud?...¿Desde cuando la virtud de una mujer ha recaído en un pedazo de carne? Yo sigo siendo tan virtuosa como siempre lo he sido.

    Esos hombres habrán tomado mi cuerpo, lo habrán pateado hasta cansarse, lo habrán insultado, cortado, mordido, incluso habrán orinado sobre el y lo han bañado en su semen... pero solo hicieron eso, puesto que en ningún momento clame piedad, ni cuando se montaron sobre mi y me golpeaban, no pudieron doblegarme, no llore, ni grite pidiendo clemencia, Esos hombres no se llevaran de mi ni odio ni rencor, lo único que han obtenido de mi ha sido indiferencia y un pedazo de membrana inútil- clamo ella con una voz tan madura.

    -¿Es que en verdad no sientes odio hacia esos cerdos? - pregunte tan incrédulo.

    La joven me dirigió la mas bellas de la sonrisas y agrego.

    -Sabes, la vida es tan corta, y odiar requiere que uno invierta tiempo en ello, también hace que el corazón de una persona viva sumergido en la amargura, y sabias que al odiarlos les concedes poder sobre tu persona, pues los llevas presentes en tu mente y en tu corazón, y eso es algo en lo que yo no quiero invertir mi tiempo, mi padre me enseño a no odiar a nadie, me enseño que incluso a aquel que te hiciera el peor de los daños no se le debía de odiar, odiar es una gran responsabilidad y si uno no esta listo para llevarlo a cabo no debe hacerlo.

    -pero... la gente hablara y no habrá un solo hombre que desee casarse con una mujer que ha sido...

    -La gente siempre hablara, siempre lo hace aun cuando no exista un motivo para hacerlo.- ella alzo la vista y me dijo con voz firme y serena- Yo no estaría dispuesta a casarme con un hombre que dijera amarme y que lo único que quisiera fuera satisfacer sus instintos en mi.

    El hombre que me posea deberá amarme por mis propios méritos, deberá apreciar la virtud que poseo, reconocerá la pureza en mi al no haber permitido que me arrebataran la dignidad y entereza al saber que incluso cuando fui torturada esos hombres no me doblegaron. Solo un hombre así es digno de poseerme.

    Por que mi cuerpo es como un templo, habrá gente mala que entra y busca derrocar todo lo bello que hay en el, pero aun así hay alguien digno de entrar en este templo y apreciar la belleza en el aun cuando ha sido pisoteado, ese ser que sin importarle cuanto hayan intentado matar la belleza y pureza, el si puede contemplarlo cual bello es.

    -...

    Simplemente no pude responder nada ante esa mujer tan virtuosa, me sentía como un idiota que no había podido ver la intensidad de su alma, no pude contener las lágrimas y salí de esa habitación, me sentía tan abatido, mis hombres al verme me preguntaba que me ocurría y yo no pude mas que avanzar sin responder, solo quería alejarme lo mas que pudiera de ese ambiente. Me sentía tan indigno después de haber conocido a la mujer mas digna y virtuosa que pudiera existir.

    Tuvieron que pasar algunos años después de ese encuentro, para volver a saber de esa chica, ahora estaba comprometida, en su pueblo era tan respetada y amada por todos, seguía siendo tan regia.

    Se que el hombre que se casara con ella la ama al punto de adorarla, y no podía sentirme mas dichoso, pues a pesar de que tarde en comprender sus palabras regrese por ella, la guerra termino ese día para mi, y busque ser tan digno como ella, y hoy no puedo hacer mas que venerar el poderoso templo de Ileana.

    Se que el día que una mi vida a la de ella sera un momento mágico.

    Después de todo aprendí que la virtud de una persona no esta en aquello que creemos importante, si no en la persona, en su fortitud y entereza.